Domingo Fernández Agis

Libros

Filosofía

Comunicación mediática y espacio público, La Laguna, Servicio de Publicaciones de la ULL, 2008.

Rodrigo Fidel Rodríguez Borges y Domingo Fernández Agis

Estructurado en dos grandes bloques – “Elementos de la industria mediática” y “La configuración de la opinión pública”- el contenido de esta obra es el resultado de la confluencia de dos perspectivas de análisis de la comunicación a través de los mass media. La primera de ellas aborda el análisis de los medios de comunicación de masas desde una orientación que podría calificarse de internalista, propia de quien ha dedicado una buena parte de su trayectoria profesional al estudio de diferentes medios de comunicación, desentrañando sus fundamentos técnicos y las estrategias funcionales que los singularizan.
Así, después de un capítulo inicial, en el que se pretende explicar qué es la opinión pública, como surge y que influjo tienen sobre ella los medios de comunicación, se pasa a estudiar con detenimiento cada uno de estos medios. En el capítulo segundo, se abordan las cuestiones que pone sobre el tapete el desarrollo de la prensa escrita, analizándose la evolución de la actividad periodística en la medida en que va aumentando el reconocimiento social hacia este medio. Por su parte, el capítulo tercero nos hablará del descubrimiento de la instantaneidad, como consecuencia de la aparición de la radio. Se aborda en él la transformación del espacio informativo y de entretenimiento que este medio aporta. Una tarea paralela se desarrolla en el capítulo tercero, pero esta vez en relación con la televisión. Por último, presentado este panorama de los principales medios de comunicación, se cierra el bloque primero con el capítulo quinto de la obra, en el que se aborda la transformación de la industria de la comunicación y el entretenimiento, como resultado de un complejo entramado de estrategias que tienen como soporte las tecnologías mediáticas.
En segundo de los bloques en que se divide el contenido de Comunicación mediática y espacio público, es fruto de una reflexión realizada desde una perspectiva filosófica, que en este contexto bien merecería el calificativo de externalista, estudiando las prácticas interactivas que se establecen entre los medios de comunicación y la realidad social sobre la que éstos se proyectan. De esta forma, el breve capítulo sexto, pretende establecer un nexo de unión entre las consideraciones a propósito de la televisión que encontramos en el bloque anterior y las que aparecerán en este segundo bloque, en el que se añaden reflexiones de naturaleza ética y política a las ya expuestas con anterioridad. En esta línea hay que entender el tratamiento de la relación entre opinión pública, poder y medios de comunicación que encontramos en el capítulo séptimo, o la explicitación del vínculo entre construcción social y construcción mediática de la realidad que se expone en los capítulos octavo y noveno del libro.
Confiamos que esta combinación de orientaciones indagatorias en relación a los medios de comunicación resulte sugerente y atractiva a los lectores. A nosotros nos pareció que así podía ser desde que empezamos a intercambiar información y opiniones sobre el interés y la viabilidad de abordar un trabajo de la naturaleza del que ahora presentamos.
Como siempre, el resultado obtenido sólo puede ser juzgado por los lectores y esperamos que lo hagan con el juicio crítico que les es propio y que, desde estas mismas páginas, también nosotros hemos pretendido fomentar.

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Aproximaciones a la filosofía francesa del siglo XX: Deleuze, Foucault, Derrida, Beauvoir, Barcelona, Laertes, 2009.

Domingo Fernández Agis y Ángela Sierra (Editores)

Hoy nadie puede poner en duda el peso que el pensamiento filosófico francés ha ejercido y ejerce sobre el conjunto de esta disciplina. En efecto, a nadie se le escapa que figuras como Sartre, Merleau-Ponty, Deleuze, Foucault, Derrida o Lévinas, por citar sólo unos pocos nombres, ocupan y ocuparán ya siempre un lugar de relevancia en la historia de la filosofía. Por la originalidad de su orientación y la fuerza de su impulso, cada uno de ellos, junto a otros muchos autores que tal vez fuera excesivo enumerar ahora, ha proporcionado al saber filosófico una orientación peculiar, llevándole a abordar cuestiones inéditas con un rigor extraordinario o revisitando los eternos problemas que el filosofar aborda una y otra vez desde perspectivas metodológicas y sensibilidades nuevas.
Se podrá discutir, en consecuencia, si es pertinente o no proponer una introducción a la filosofía francesa del siglo XX partiendo de los pensadores a los que se dedica el presente volumen. En todo caso, lo que no resulta en absoluto discutible es que los autores en cuyo pensamiento nos centramos en la presente obra merecen estar presentes en una publicación de estas características. Sin duda les sobran méritos para ello. Por lo demás, hay que decir que si sólo están los que están ello no se debe a juicios de valor previos o a supuestos deméritos ajenos, sino tan sólo a que este libro pretende ser el reflejo, más o menos exacto, del curso que, con idéntico título, se impartió en la Universidad de La Laguna durante el año académico 2007-2008.

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Ciencia, técnica y poder político en el pensamiento de José Ortega y Gasset

Domingo Fernández Agis. Ediciones Idea, Santa Cruz de Tenerife, 2008.

Para José Ortega y Gasset el cambio que se ha producido en la sensibilidad, en el modo de estar en la cultura, a lo largo del siglo XX es indudable. A su juicio, como consecuencia del mismo, ya no nos conmueven los viejos ideales en pos de los que se movilizaron grandes grupos de población durante los pasados siglos. Tampoco parece que estemos en posesión de la misma dosis de certezas, sobre la ciencia, la justicia, la política, la moral o el arte. Por añadidura, el conflicto generacional es más virulento que nunca. De tal modo que, en los contenidos culturales que están produciendo las nuevas generaciones, ya no encuentran sitio en el que aposentarse las formas de pensar propias de las anteriores. Por el contrario, el modo de estar del ser humano en la cultura está marcado por la permanente inquietud. Una inquietud que proviene, ante todo, de la dificultad de comprenderla. En este contexto, el conocimiento de las interacciones de la ciencia, la técnica y la política, es lo único que puede proporcionarnos las claves para situarnos hoy en el mundo.

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Michel Foucault, ética y política de la corporeidad

Domingo Fernández Agis. Ediciones Idea, Santa Cruz de Tenerife, 2007.

Es bien conocida la amplitud temática y la notable complejidad que encierra la obra de Michel Foucault, reconocido ya sin sombra de duda como uno de los pensadores fundamentales del siglo XX. Un pensador que no ha eludido a lo largo de su intensa vida ninguno de los grandes asuntos -desde la locura a la medicina, pasando por la historia de las formas de saber, las de poder y de subjetivación-, que siguen siendo objeto de un análisis intenso y alimentando apasionados debates en nuestros días. Debido a esa amplitud y densidad, siempre que pretendemos hablar de su trabajo se hace imprescindible buscar un punto de arranque adecuado, más allá de la socorrida apelación al orden cronológico de aparición de sus libros. Sin duda, esos posibles puntos o elementos de conexión resultan necesarios para tratar de aproximarnos, desde distintos ángulos, a lo que podríamos considerar el núcleo de su filosofía.
En este sentido, hay que señalar que existen algunas líneas que nos facilitan el acercamiento a lo más original de su producción filosófica con cierta facilidad, o que nos permiten, cuando menos, no sucumbir a las dificultades. Son, por utilizar una expresión que ha hecho fortuna en el lenguaje pedagógico de nuestra época, una suerte de ejes transversales que estructuran el conjunto de sus trabajos. Entre ellos, merece una atención especial el problema de la subjetividad, el cuestionamiento permanente de la subjetividad deberíamos decir mejor, que es una de esas grandes líneas que permiten dotar de coherencia a una lectura integral de su obra.
Se ha subrayado con frecuencia la importancia que dicho asunto tiene en la última etapa de su producción. Sin embargo, no es únicamente en ésta donde encontramos muestras de la intensa preocupación de Foucault por la función de la subjetividad y toda la serie de nociones relacionadas con ella, como la conceptualización y tratamiento del cuerpo en el plano biopolítico. Por el contrario, una lectura atenta nos permite constatar que esta constelación de problemas ocupa una posición central entre sus intereses filosóficos a lo largo de toda su vida.
Al lado de la díada subjetividad-corporeidad, a nadie se le escapa que tendríamos que destacar el problema del poder, objeto de atención privilegiada para Foucault, al que no pocos intérpretes consideran hoy en día el filósofo del poder. Como es de sobra conocido, el poder no puede definirse, según este pensador, de acuerdo con los modelos explicativos tradicionales, que privilegian la unidireccionalidad y los esquemas centralizados o piramidales. Tampoco ha de considerarse que son las instituciones estatales las que constituyen el centro primordial de su ejercicio. Frente a todo ello, Foucault demuestra cómo el Estado está siendo desplazado de su lugar de privilegio, asimismo nos enseña la pertinencia de otros esquemas explicativos del ejercicio del poder que, o bien proceden de manera reticular o atraviesan la corporeidad de los sujetos sobre los que el poder se ejerce. Por último, en cualquier aproximación al pensamiento de Foucault, han de tomarse en cuenta las consecuencias éticas y políticas derivadas de sus investigaciones, consideradas tanto desde una perspectiva interna como desde una posición externa a las mismas.
Estas van a ser también, en una exposición que subraya su constante entrelazarse, las vías maestras del acercamiento al pensamiento de Foucault que realizaremos en las páginas que siguen. En ellas encontrará el lector, más una incitación al estudio del pensamiento foucaultiano y una aplicación de sus ideas a toda una gama de cuestiones que afectan al cuerpo, a la ética y la política de la corporeidad, que una exposición sistemática de su contenido, materia ésta última sobre la que existe ya una bibliografía más que abundante. He de insistir, en todo caso, en que si algo permite unificar esas grandes líneas antes mencionadas es, al lado de la mencionada indagación acerca de la subjetividad, el peso que acaba adquiriendo la noción de cuerpo en su obra y la atención determinante que, con una dedicación cada vez más intensa, Foucault presta al estudio de las estrategias de poder que de una u otra forma toman al cuerpo como materia sobre la que actuar. En tales estrategias biopolíticas tendríamos, hoy más que nunca, que focalizar nuestra atención. Este libro no pretende ser sino una pequeña contribución a esa tarea, ineludiblemente colectiva.

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El desarrollo del pensamiento político de José Ortega y Gasset

Domingo Fernández Agis. Ediciones Idea, Santa Cruz de Tenerife, 2007.

El propósito que ha inspirado la elaboración de esta obra no es otro que seguir la formación del discurso político de José Ortega y Gasset en los textos en los que éste va cristalizando, prestando una atención especial a sus trabajos periodísticos. La relevancia de Ortega como pensador, con un reconocimiento y una valoración que dentro y fuera de nuestras fronteras no ha hecho sino crecer en los últimos años, el peso político de su figura y sus ideas en la difícil época de nuestra historia que le tocó vivir y, cómo no, la actualidad de muchas de sus ideas políticas, son motivos más que suficientes para justificar una indagación como la que ahora me permito entregar al juicio crítico de los lectores. En ella he pretendido ser fiel a las palabras del filósofo, siguiendo paso a paso la formación de su discurso político, sin pretender salvarlo de las contradicciones o insuficiencias en las que a veces incurrió, pues eso sería contribuir a la construcción de un mito sin sustancia, sin un sustrato de verdad desde el que seguir hablándonos, sin un lugar para el error que nos haga saber que hablamos con un alguien fieramente humano.

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Memorial del desorden.

134 páginas. Euroliceo/Celeste. Madrid, 1995.

La idea de desorden en tanto que límite y peligro latente, así como la convicción de que el caos entraña el mayor de los riesgos imaginables, forman parte del patrimonio secular que nos ha sido legado por nuestra cultura. Durante siglos han desempeñado en ella la función de axiomas sobre los que se han edificado las más diversas estrategias vitales, tanto desde la perspectiva de la resolución de problemas prácticos, cuanto desde la de construcción de sistemas y estructuras de conocimiento. La naturaleza axiomática con la que se ha investido a las ideas de que el desorden conlleva un peligro insalvable y el caos el cierre de toda posibilidad de vida o de conocimiento, ha tenido como consecuencia que, salvo contadas excepciones, no nos hayamos detenido en la reflexión sobre la validez última de tales presupuestos, dándose así por sentada la realidad de todo aquello que se manifiesta ante nosotros en su grata estabilidad aparente.
Tan sólo cuando, por distintos factores - que van desde las teorías científicas actuales, hasta las apreciaciones de la gente común sobre lo que acaece en el mundo - esa confianza del hombre en la estabilidad y la regularidad de lo que existe se ha quebrado, hemos visto aparecer las primeras grietas en algunas de nuestras más añejas y entrañables convicciones. De esta forma, paso a paso, la apreciación de la relevancia ontológica del desorden ha venido a ocupar en los últimos tiempos un lugar de importancia en nuestras preocupaciones y la inquietud frente a la posibilidad del caos ha hecho mella, al fin, en la conciencia colectiva.

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Después de Foucault. Ética y política en los confines de la modernidad

140 páginas. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Las Palmas de G. C., 1996.

Este libro está escrito pensando en el otro lado, contando una y otra vez la calderilla que lleva uno en el bolsillo para oír su tranquilizador tintineo, augurando que la cantidad atesorada será suficiente para sobornar otra vez al barquero. Lo he escrito porque me imaginé a mi mismo cruzando en uno y otro sentido la laguna del olvido, pensando en lo que quedará de una obra como la de Michel Foucault, pasados ya los años en los que esta fuera objeto de continuos homenajes y diatribas.
Este es un libro de ajuste de cuentas, pero también un memorial de dudas. Por eso apenas si hay en él reproches, pues tan sólo puede reprochar quien se siente muy seguro de lo que tiene o demasiado herido por la ausencia de aquello que le ha sido cercenado. Es un ensayo sin una coartada contundente, una prueba del alcance de la mirada, del grado de nitidez de nuestro campo de visión. En todo caso, del de mi campo de visión.
Cuando recuerdo el fuerte impacto que el encuentro con el pensamiento de Foucault me produjo, los años pasados en la lectura de sus textos y la asimilación -con certeza parcial e incompleta- de su pensamiento, la tibieza inicial de su abrazo que luego casi llegó a asfixiarme..., concibo la relevancia deslumbrante de su obra, pero también que asimilarla debería ser ir más allá de ella, mucho más lejos de donde se sitúa a menudo la crítica al uso. Pienso en el silencio, la soberbia o la cobardía de un asentimiento retórico que se ha convertido en el centro del ceremonial.

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La Plenitud y sus ecos. Consideraciones filosóficas en torno a los medios de comunicación.

248 páginas. Editorial Proyecto Sur. Granada, 1999.

Prólogo minimalista (1).

"¿Tienes miedo, acaso, de ser el mismo hombre en tus acciones que en tus deseos?"

Shakespeare, W.: Macbeth. Escena VII. Acto Primero.

Sí, sí que lo tengo, admirado explorador de las humanas entrañas, pues ya no sé si mis deseos son en realidad míos.

(1) Podemos, no obstante, hacer algún ejercicio maximalista dentro de este prólogo minimalista. Sembremos, aunque todavía no sea época de siembra, algunas frases rotundas:
1. Los medios de comunicación no pueden modelar las estructuras básicas de la conciencia, pero sí modular su configuración externa y sus contenidos.
1.1. Lo que la conciencia tomaba antes directamente del mundo, lo toma hace ya algún tiempo, de modo prioritario, de los medios de comunicación de masas, sobre todo de la televisión.
1.1.1. De ellos pueden derivarse contenidos formales, como la modulación del tiempo, que, a su vez, marca nuestra percepción del ritmo social e histórico de los acontecimientos.
1.1.2. También toma la conciencia de esa misma fuente contenidos materiales, que le proporcionan una densidad específica.
Como ésta nota resume todo el libro, concluyámosla afirmado que éste libro tampoco es otra cosa que una nota a pie de página de otro libro que quizá nunca sea escrito.

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La espada de fuego.

156 páginas. A-Z Ediciones. Madrid, 1996.

La espada de fuego es una novela habitada por ángeles y demonios. La mayoría de ellos se mueve a sus anchas en el interior de la mente de los protagonistas que, por ése y otros motivos que el lector descubrirá, sólo de forma relativa pueden ser considerados como tales. El irracionalismo que se extiende por la sociedad contemporánea es su eje temático interno, desarrollado a través de una descripción del submundo de las sectas religiosas.

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Ciencia, Tecnología y Sociedad. Una aproximación filosófica.

214 páginas. Servicio de publicaciones del Ayto. de Telde. Telde, 2001.

Un viejo ideal proclamaba que la definición del ser humano exige una explícita referencia a su presunta esencia inmaterial, innata e inmutable a través del tiempo. Desde esa perspectiva, que hoy juzgamos arcaizante, todo intento de conocer al hombre implicaba un proceso de discernimiento de sus cualidades esenciales, aquellas que, según se suponía, establecen los rasgos más sobresalientes y definitorios de su ser. Ese postulado esencialista se ha venido abajo en época reciente, tras haberse puesto en evidencia desde los más diversos frentes la debilidad de su fundamento. Quizá haya sido el impresionante progreso de la Ciencia en las dos últimas centurias, el factor más influyente en esa labor demoledora. En efecto, el desarrollo del conocimiento científico ha ido revelando la presencia de una oquedad inhabitable allí donde otrora se situó el hogar de nuestra esencia. Buscando un saber profundo de nuestra naturaleza, la Ciencia ha encontrado un más que elocuente vacío en el espacio que, durante siglos, la ignorancia y la superstición le había reservado a nuestra hipotética esencia.
En consecuencia, tratando de rellenar el vacío dejado por una quiddidad que no asoma por parte alguna, en nuestra época el concepto de función ha acabado prevaleciendo sobre el de esencia y unas ciencias en expansión creciente, que tienden a cuantificar y unificar los fenómenos, por fin han alcanzado de lleno también al propio ser humano que hasta ahora aparecía -sobre todo en sus aspectos psíquicos- situado más allá de toda posibilidad de comprensión objetiva. Estas ciencias, al estudiar al ser humano en el contexto de su estructura biológica y sus relaciones con la Naturaleza y sus congéneres, han ido limitando cada vez más el terreno disponible para la hipotética afirmación de la presencia de una esencia humana, que permaneciese igual a sí misma a lo largo de los tiempos. Hoy ése ámbito, en el que todavía es posible una afirmación de tal género, viene delimitado por el perfil de lo no sabido. Así, pues, es tan sólo entre la niebla de lo desconocido donde pueden resonar todavía algunos ecos del viejo esencialismo. Podría decirse, por tanto, que el conocimiento científico ha acabado por privarnos del último asidero que creíamos firme, precisamente ahora, cuando nuestra existencia está sujeta a los más vertiginosos cambios.
Para algunos, al no encontrarse el menor indicio de esa esencia de la que tanto se había hablado, la Ciencia contemporánea ha sentenciado a muerte al hombre, al menos tal como hasta ahora se le había concebido. Es este el contexto en el que hay que entender la afirmación del filósofo francés Michel Foucault cuando sostiene, en las páginas de su magistral obra Las palabras y las cosas, que "el hombre ha muerto". En efecto, en cierto modo así es. El hombre ha muerto, ya que todos los viejos conceptos -como el concepto tradicional de hombre- han caído a tierra debido al peso abrumador de las determinaciones con las que los hemos querido ir perfilando en estos dos últimos siglos. El avance científico ha provocado esa avalancha de conocimientos parciales referidos al hombre, las ciencias han experimentado un pavoroso despliegue y, una vez logrado éste, a muchas de nuestras ideas tradicionales se les ha proporcionado la oportuna sepultura. Cabría preguntarse entonces si esa puesta en cuestión del concepto de hombre ha de ser contemplada por nosotros como una pérdida lamentable de la que jamás lograremos reponernos o, por el contrario, puede verse en ella el signo de una inmediata liberación de lo humano, de aquello que en realidad somos, largamente apetecida y esperada.

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No quisiera ser impertinente, pero ...

PRÓLOGO

Con este libro, lector, te entretendrás, porque te invitará a pensar sobre lo humano y lo divino con más hondura de lo que suele hacerse en tertulias ad hoc o en sobremesas distendidas entre copas y amigos. No es la primera vez que Fernández Agis nos sorprende con textos filosóficos, con novelas para pensar y hasta con poesía de gran calado, en cuyo centro siempre está el hombre en el mundo.
¿Hasta dónde se puede llegar, con la razón a cuestas, en medio del irrebatible desorden en el que nos movemos y somos?, ¿vela alguien por nosotros, o más bien nos hallamos solos, en medio de la naturaleza, procurando domeñarla y valernos de ella para mantener esperanzas y esquivar con acierto los múltiples miedos que asedian a la extraña entidad que denominamos “yo”?
De estos y de otros interesantes asuntos conversarán indefinidamente los dos protagonistas de este contemporáneo diálogo filosófico, en el que cualquiera de nosotros se verá continuamente implicado. El tono antidogmático y coloquial del discurso difumina el límite del sujeto individual y de cualquier posible radicalismo, no sabiéndose claramente dónde termina la opinión del uno y dónde empieza la del otro.
La caverna platónica se torna galería subterránea de origen volcánico. En 1501, en el interior de una montaña de la isla de Gran Canaria, se iniciaron las obras necesarias para que llegara agua a la ciudad. Desde ese espacio oscuro, los dos interlocutores observan y analizan, mejor que si estuvieran fuera, el mundo de la luz. Se trata de un espacio simbólico privilegiado, utilizado por el autor, para poner de relieve la importancia de lo interno, del alejamiento y de la soledad a la hora de discernir y ver más claro. De hecho, en plena luz somos más ciegos que en las sombras.
Dando una vuelta de tuerca más al célebre mito platónico o, más bien, trastocándolo de cabo a rabo, se desmoronan los arquetipos y las Ideas puras, que no están lejos, sino caóticamente dispuestas en la noche del hombre, en el lugar oscuro desde el que todo se puede conocer y entender mejor. En realidad, todo es más simple de lo que creemos, si logramos borrar los espejismos que se fabrica un yo, demasiado valorado, que a la postre no es nada.
A la no dualidad se la puede rastrear con la metáfora del Bien (línea de Platón), pero también con la metáfora del Caos (infinito). Decía Wittgenstein que para filosofar hay que descender hasta el caos primitivo y sentirse en él como en casa. Por esta vía parecen querer discurrir nuestros dos interlocutores. Para superar la dimensión temporal, los dos personajes, que ya existían en el siglo XVI, son los mismos que ahora se plantean preocupaciones ecológicas y la ayuda que las nuevas tecnologías y los últimos avances científicos podrían prestar a las diversas experiencias vitales de los hombres .La trampa que se le urde al tiempo histórico deja libertad suficiente al autor, para mirar con amplia perspectiva al ser humano y, al hacer un quiebro al tiempo real, deja con vida y, en cierto modo rescata, el concepto oriental de reencarnación.
En realidad, la continuidad y la conexión de todo lo que existe, como se afirma en un momento dado de la extensa conversación, es un requisito para dar coherencia a las ideas. Por otra parte, se nos recuerda que el origen de todo debe permanecer siempre con nosotros, de modo que siempre podremos modificar errores y gracias a él proporcionarnos seguridad en nuestro laborioso bregar por los caminos. No se trata, pues, de borrar o suprimir, sino de hacer nueva masa con todo lo habido, siempre que podamos reutilizarlo para hacernos más confortable el viaje.
Si intentara rastrear en la historia del pensamiento para detectar chispas de concordancias, paralelismos y afinidades con el sustancioso diálogo de nuestros innominados conversadores, creo que hallaría bastante estoicismo moderado, una cierta proximidad con la mística intramundana que resuelve lo trascendente haciéndolo descender hasta imbricarlo con lo inmanente, una cierta dosis de vitalismo, algo de spinozismo y ya situados en la modernidad tardía una seria advertencia contra los apocalípticos defensores de una convivencia imposible con el caos. No obstante, apenas trato en este prólogo de magnificar lo que se nos cuenta, entre otras razones, porque traicionaría las intenciones de Fernández Agis. De lo que se trata es de que el lector se sienta implicado y seducido por cuanto los protagonistas van, socráticamente, desentrañando a partir de sus experiencias vitales, que podrían ser las de cualquiera de nosotros. De hecho, se puede poner pasión en lo que se hace, crear a partir de lo que se tiene y domeñar hasta el límite todo lo domeñable. Así nos sentiríamos éticamente satisfechos y humanamente felices, dentro de lo posible. Quizás sea muy conveniente hablar menos y hacer más. No en vano, nuestro texto comienza con un intencionado: “No quisiera ser impertinente pero, la verdad, hablas demasiado”. Seres humanos como Jean-Dominique Bauby, autor de Le scaphandre et le papillon nos han demostrado que somos capaces de conseguir mucho más de lo que suponemos.
Me parece, lector, que como asegura uno de los interlocutores: “Sólo quien sea capaz de unir la mirada del pulpo, la inquieta y viva mirada de la perdiz y la reflexiva ceguera tendrá las condiciones necesarias para mirar la verdad”. Apliquémonos, pues, a intentarlo. Cuando termines tu lectura, probablemente pensarás que vale la pena hacerlo.
De momento, disfruta del apropiado y artístico envoltorio con que Pilar Rodiles nos presenta el texto, lee a continuación reflexivamente y aprecia la calidad del conjunto, porque como ya se ha dicho, cinco menos dos no te va a dar nunca más un precioso y exacto tres.

LUIS NATERA MAYOR

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(c) raulpull 2008